¿QUÉ ES LA EPILEPSIA?

La epilepsia es un trastorno cerebral crónico que se caracteriza por la repetición de crisis debidas a una descarga excesiva de las neuronas cerebrales (crisis epiléptica), y que suelen asociarse a otros síntomas. Las crisis epilépticas consisten en fenómenos anormales, bruscos y transitorios, que incluyen alteraciones de la conciencia, motoras, sensoriales y psicológicas (convulsiones, pérdida del conocimiento, un período de confusión, un ataque en que la persona mira fijamente o espasmos musculares), y que son percibidos por el paciente o un observador.

Las crisis pueden clasificarse según el tipo en:

  • Crisis parcial: aquellas en las que las manifestaciones clínicas y electroencefalográficas responden a la activación de un área cerebral determinada (“foco epiléptico”).
  • Crisis generalizada: las manifestaciones clínicas responden a la activación de ambos hemisferios cerebrales.
  • Crisis simple: cuando durante la crisis se conserva el nivel de conciencia.
  • Crisis compleja: cuando existe alteración del nivel de conciencia.
  • Una crisis epiléptica única o las crisis epilépticas accidentales no son una epilepsia, ni tampoco pueden considerarse como una epilepsia, la repetición más o menos frecuente de crisis epilépticas en el curso de una afección aguda como una encefalitis, una hipertermia, una exposición a agentes tóxicos, etc. Tampoco se consideran epilepsia aquellas crisis cerebrales relacionadas con vértigos, mareos, síncopes o trastornos del sueño.

En el caso de las crisis únicas debe tenerse en cuenta que el 75% de los pacientes tendrán una segunda crisis en los tres años siguientes. No puede hablarse de epilepsia si el enfermo no ha sufrido crisis, aunque su EEG (electroencefalograma) sea de tipo epileptiforme.

La epilepsia no es una enfermedad mental ni tiene relación con el grado de inteligencia. Tampoco es contagiosa.

¿Cuál es su causa y a quién afecta?

Las causas de la epilepsia varían con la edad. Algunas pueden producir crisis en una etapa determinada de la vida y, con el tiempo, cesar; otras producen crisis durante toda la vida:

  • Herencia. Aunque existe la creencia popular de que la epilepsia se hereda, no es así necesariamente. Sí son hereditarios algunos tipos especiales de enfermedad, como la esclerosis tuberosa, la neurofibromatosis o las lipidosis, en las que se presentan crisis epilépticas.
  • En otras ocasiones, lo que se hereda es la predisposición a padecer crisis convulsivas, pero este factor es muy limitado.
  • Malformaciones congénitas hereditarias como las malformaciones arteriovenosas, o malformaciones congénitas presentes en el nacimiento pero no hereditarias, como las deformidades producidas por exposición a productos tóxicos durante la gestación, o en algún tipo de infección, radiación etc.
  • Errores congénitos del metabolismo como la hiperglucemia o la fenilcetonuria entre otras.
  • Anoxia cerebral durante el parto, por accidentes, o por enfermedades cerebrovasculares.
  • Traumatismos craneoencefálicos: la lesión cerebral secundaria a un traumatismo craneal puede provocar una epilepsia secundaria.
  • Tumores cerebrales.
  • Enfermedades infecciosas como las meningitis; encefalitis o abscesos cerebrales.
  • Enfermedades degenerativas del sistema nervioso central.
  • Trastornos metabólicos adquiridos: hipoglucemia, hipocalcemia, hipernatremia, insuficiencia renal crónica…
  • Alcohol.
  • Tóxicos: plomo, mercurio, monóxido de carbono.
  • Según los diferentes estudios, la frecuencia de la epilepsia oscila entre 1,5 y 57 casos por 1.000 habitantes. La epilepsia aumenta de frecuencia de forma progresiva con la edad.

¿Qué factores pueden desencadenar una crisis?

Cuando ocurre una crisis comicial o epiléptica, siempre se intenta establecer una relación causa efecto entre algún acontecimiento vital reciente y la aparición de la convulsión. Si bien no siempre es posible establecer esta línea de contacto, sí existen determinadas circunstancias que suelen relacionarse con la aparición de crisis:

  • Alteraciones del ritmo sueño-vigilia. Especialmente la privación de sueño altera de manera significativa la actividad eléctrica cerebral.
  • Alcohol: Bien sea debido al daño cerebral consecuencia de su consumo crónico, o bien por su efecto agudo que facilita se pongan en actividad focos cerebrales silentes.
  • Menstruación: como consecuencia de los cambios hormonales que tienen lugar en el ciclo femenino, o también por la retención de agua que la acompaña.
  • Estrés físico (infecciones, quemaduras graves, cirugía mayor, traumatismo severos,…) o psíquico (ansiedad).
  • Fármacos: Algunos antidepresivos, barbitúricos, benzodiacepinas, antihistamínicos, etc. Por la utilización de dosis elevadas o por su supresión brusca.
  • Enfermedad cerebrovascular: las lesiones por infarto o derrame cerebral son epileptogénicas.
  • Tumores cerebrales.
  • Epilepsias reflejas: estímulos luminosos o acústicos muy intensos pueden desencadenar este tipo de crisis.

¿Cómo se diagnostica la epilepsia?

El diagnóstico de la epilepsia es eminentemente clínico, y las pruebas complementarias pueden ayudarnos a confirmar la sospecha clínica o a identificar una causa responsable del cuadro.

Ante la sospecha de encontrarnos frente a un paciente con epilepsia es importante:

  • Confirmar mediante la historia clínica que los episodios que sufre son verdaderamente crisis epilépticas.
  • Identificar el tipo de crisis que padece.
  • Definir el tipo de epilepsia o síndrome epiléptico.
  • Identificar la etiología del cuadro.
  • Los pasos a seguir para establecer un diagnóstico de epilepsia incluyen:
  • Historia clínica: deberá incluir:
    • Antecedentes familiares de epilepsia.
    • Antecedentes personales: desarrollo del embarazo y parto, desarrollo psicomotor posterior, malformaciones congénitas, enfermedades hereditarias, traumatismos craneales, fármacos o tóxicos utilizados,…
    • Edad de aparición de las crisis.
    • Características de las crisis: horario de aparición, factores desencadenantes conocidos, síntomas antes y después de la crisis, secuencia pormenorizada de los acontecimientos durante la crisis.
  • Examen físico: incluyendo examen físico general y exploración neurológica exhaustiva, buscando lesiones, malformaciones o signos que orienten hacia enfermedades que puedan estar implicadas en la etiología del cuadro.
  • Pruebas complementarias, según la historia clínica y características de las crisis: electroencefalograma, tomografía computerizada craneal (TAC), resonancia magnética craneal, tomografía.

Es muy importante establecer un diagnóstico correcto de epilepsia, descartando otras enfermedades que pueden producir cuadros similares a una crisis epiléptica como el síncope, los accidentes isquémicos transitorios, las migrañas, las alteraciones del sueño, los espasmos del llanto en bebés, o las intoxicaciones por tóxicos: alcohol, plomo, mercurio, insecticidas, anfetaminas o cocaína.

¿Cómo evoluciona?

La epilepsia no es una enfermedad para toda la vida. Se calcula que la duración media de la enfermedad es de 10-12 años ya que existen epilepsias que se inactivan con el paso del tiempo, ya sea por su evolución natural o bien por responder de forma satisfactoria a la medicación. El padecer epilepsia no disminuye la esperanza de vida del paciente.

¿Cómo se trata la epilepsia?

El primer paso para iniciar el tratamiento de la epilepsia es hacer un diagnóstico correcto.

También es importante saber que no todas las personas que han sufrido más de una crisis epiléptica precisan tomar obligatoriamente una medicación, ya que en algunos casos, como en las llamadas epilepsias reflejas (p. ej. la epilepsia por televisión) en las que la supresión del desencadenante elimina las crisis; o las debidas a un efecto secundario de una medicación que se resuelve al retirar el fármaco.

El riesgo de recurrencia de la crisis es del 36% en el primer año, del 48% en tres años y del 56% en los cinco primeros años desde el episodio único. La mayoría de las repeticiones ocurren en los dos primeros años.

1. Tratamiento farmacológico:

En general se trata la epilepsia con un solo fármaco. Es importante utilizar la dosis eficaz mínima, que se calculan en función de la edad y del peso del paciente. Es preferible iniciar el tratamiento de forma lenta y progresiva, con ascensos de dosis a lo largo de los días, facilitando la habituación del paciente al fármaco y evitando así reacciones adversas que sí pueden ocurrir si se administran dosis elevadas desde un primer momento. También es aconsejable hacer coincidir las tomas con las comidas, con lo que se facilita el cumplimiento terapéutico y se evita la posible aparición de síntomas digestivos en caso de tomar el fármaco con el estómago vacío.

Debe elegirse el fármaco más adecuado para cada caso. El fármaco debe elegirse en función del tipo de crisis epiléptica que sufra el paciente.

Los tratamientos para la epilepsia exigen ser controlados, por lo que es necesario hacer análisis para determinar los niveles del fármaco en la sangre. También suele ser necesario hacer controles periódicos de las funciones hepática y renal para prevenir posibles efectos secundarios indeseables.

2. Tratamiento quirúrgico:

El tratamiento quirúrgico puede ser necesario cuando se han agotado las alternativas de tratamiento farmacológico.

¿Cuándo está indicada la cirugía?
Se calcula que tan solo en el 10-25% de los pacientes que no responden a los fármacos está indicada la cirugía de la epilepsia. Ahora bien, todavía no se puede hablar de indicaciones quirúrgicas absolutas, pero sí se conoce que algunos síndromes son remediables mediante cirugía.

¿Qué es la cirugía de la epilepsia?
La extirpación del área del cerebro donde se desencadenan las crisis. Se realizará en aquellos casos en los que se ha identificado un foco. Estas técnicas son las utilizadas con mayor frecuencia.